jueves, 9 de octubre de 2008

Tribus Urbanas en el Ámbito Educativo

Tribus Urbanas en el Ámbito Educativo

“Las Tribus Urbanas”: Rasgos de Identificación

La denominación deriva del latín “Trivia” que significa grupo o conjunto y “Urbi” que significa aglomeración de personas en forma de ciudad o pueblo.
Podemos decir que una Tribu Urbana se caracteriza por estar formada por un grupo de personas que viven en una ciudad y se comportan como una tribu de salvajes. Estas pandillas o bandas gustan de vestir de forma similar y poseen hábitos y lugares de reunión comunes. La banda tiene en común la similitud de sus miembros.
De este modo, el término Tribu designa a un grupo de personas que comparten costumbres, una lengua y territorio. En este sentido, las Tribus Urbanas son las agrupaciones juveniles que se identifican mediante la vestimenta y los códigos verbales, gestuales y éticos. Son estas características particulares las que permiten catalogarlos como "punks", "hippies", "tecnos", "metals" o "unders", y a la vez, les confieren cierta identidad que marca la diferencia con otras organizaciones juveniles. De alguna manera, lo que ellos buscan un estilo que les de identidad y los diferencie del resto de la sociedad; pero además buscan sentirse contenidos afectivamente y escapar de la soledad.
La manera de vestir -look informal y descuidado- aparece como uno de los condicionantes a la hora de ser admitidos en los lugares representativos de la cultura electrónica, con atuendos exclusivos que no se adquieren en los comercios o shoppings. Lo que se pretende es mostrarse no convencional, ser únicos, originales. La finalidad es la misma entre los jóvenes alternativos, con la variante de utilización de ropa usada o la confección propia del vestuario.
Otras de las marcas que ayudan a diferenciar a estos grupos es el lenguaje, empleando términos y vocablos que surgen de las prácticas y que constituyen un verdadero "diccionario urbano", difícilmente entendible para la mayoría de la gente. A ello se suma el estilo de música escuchada, las formas de relacionarse, en las que cada uno está se centra en la suyo sin mirar a los otros y el predominio de una ideología en la que "nadie juzga las prácticas del otro". Una tribu se junta según su pensamiento, se agrupa de forma voluntaria, nadie los obliga a nada, lo hacen por propia voluntad.

La Cultura Moderna y sus Tribus Urbanas

Se entiende por Modernidad el período que se enmarca entre la edad media y la edad contemporánea. La edad moderna, así como las connotaciones del término moderno, utilizado por primera vez por el erudito alemán de finales del siglo XVII Cristophorus Cellarius, responde en su origen a una concepción lineal y optimista de la historia y a una visión eurocentrista del mundo y del desarrollo histórico.
Esta era moderna es considerada para algunos autores como la Sociedad Industrial donde se produjeron cambios importantes en: ciencia, educación, trabajo, cultura, religión, arte y que se expande hasta el siglo XX.
Algunas características fundamentales del modernismo se basan en:
- Otorgarle un papel privilegiado a la educación, la escuela y el libro. Tener la idea de la utilidad del conocimiento, que debía divulgarse, pues a mayor instrucción, mayor virtud y felicidad.
- El desarrollo del Capitalismo con la Revolución industrial y surgimiento de un nuevo sector social: el proletariado o la clase obrera. Proceso de humanización.
- La lucha social. (Revolución Francesa)
- Se piensa en el progreso como posibilidad de la humanidad y en el futuro.
- Concepción Teocéntrica aunque luego, se cuestiona a la iglesia mediante la razón y la lógica.
- Se da importancia a la observación y la experimentación antes que cualquier autoridad.
- Surge una constante búsqueda de la verdad, el Racionalismo y el empirismo, las ideas éticas de Kant, entre otros.
- Auge del positivismo y preponderación de una ciencia instrumental que le sirve a la técnica y a la industria.
- “El Siglo de las luces”- La idea de progreso- Construcciones “sutiles y durables”.[1]
Frente a la rigurosidad y ortodoxia de la era moderna, surgieron diferentes agrupaciones que se sublevaron y lograron un quiebre en los cánones establecidos.
Los jóvenes norteamericanos de posguerra se negaban a ir a Vietnam y pelear una guerra que sentían ajena. La difusión de la píldora anticonceptiva los había liberado de la represión sexual padecida por sus mayores –el SIDA estaba aun muy lejos en el horizonte-, pero la grieta era todavía más profunda. Estos jóvenes no querían seguir la profesión de sus padres ni adoptar su modelo de vida ni su visión del mundo. Y como la comunicación en casa a menudo se volvía imposible, cada día eran más los adolescentes que dejaban sus hogares. Los más osados adhirieron a ese postulado de la contracultura que incitaba a “volver a la tierra”, a fundar una sociedad alternativa basada en comunidades agrarias autosuficientes y sin roles fijos, donde las tareas de la vida diaria fuesen compartidas por todos sus miembros. Otros se sumaron a la economía informal de la ciudad viviendo en casas comunitarias y trabajando como artesanos, músicos y escribas del naciente periodismo alternativo, que muy pronto alumbraría revistas importantes.
Se trataba –o al menos ellos lo intentaban- de cambiar la vida y el mundo, por lo tanto, todas las actividades realizadas por la juventud estaban cargadas de ideología. De esta manera, entre la trama de una película o la letra de cualquier canción había toda una galaxia donde entraban las diferentes versiones de lo que se llamó contracultura: negación del sistema capitalista, opciones políticas no tradicionales, búsqueda de otros modelos de sociedad, alternativas a la religiosidad tradicional, incipiente ecologismo, culto del amor libre, consumo de drogas para expandir la conciencia, etc.
Este profundo proceso revolucionario que se venía gestando desde principios del siglo XX, estalló globalmente en la década de 1960. Los estudiantes de América, Gran Bretaña, Francia y Alemania incursionaban en el cambio a través de manifestaciones artísticas. Por allí pasaba la ambición de estas generaciones: creer que se podía pasar de una expresión artística a una experiencia personal revolucionaria, y de ahí, al cambio social.
Ahora bien, la revuelta contracultural no sólo fue artística sino que tuvo también su repercusión en la educación. En 1967 Alexander Sutherland Neill, un periodista y educador escocés fundó una escuela que resumía los postulados de la época: paz, amor y libertad. Ésta tuvo sus detractores y defensores. En lo que refiere a las críticas, de alguna manera, todas se sintetizaron en la “escuela del hacé lo que quieras”. Se argüía que en la escuela no existían los timbres y los horarios eran sólo para los docentes, los chicos elegían dónde querían estar y qué querían aprender. El aprendizaje de cifras y conceptos no tenía ninguna importancia, en cambio, se defendía el derecho a no hacer nada. Todas estas ideas revolucionarias eran y continúan siendo, obviamente, vanguardistas. En relación con esto, una de las frases célebres de Sutherland Neill, educador altamente influenciado por el psicoanálisis, era: “la función del chico es vivir su propia vida, no la vida que sus ansiosos padres consideran que debería vivir, no la vida de acuerdo al propósito del educador que piensa que sabe qué es lo mejor para él”. Idea sintetizadora del sueño hippie, la utopía en estado puro.
Pero además, a principios de los 60’, en una esquina del barrio de Colegiales – en nuestra Buenos Aires- la pareja del estadounidense Mike Sweet y la argentina Mariana Biro, fundaban, a la luz de las de Nelly y con el mandato de ser libres, la Escuela del Sol. Detrás de esto, también estaba el naciente psicoanálisis infantil -además de otro best-seller que discutía la autoridad del porque sí: el libro “Tu hijo” del Dr. Benjamín Spock-. Este lugar fue el semillero de artistas como Boy Olmi (actor), Andrés Calamaro (músico), Martín Rejtman (cineasta), Charlie Feiling (escritor), Gabriela Izcovich (dramaturga, actriz) y Anita Aizemberg -productora de cine- (los chicos que crecieron con palabras de libertad en un país gobernado por dictaduras militares). En aquella escuela, los límites de la libertad se pusieron en juego, y en cuestión.
Estos jóvenes fueron la matriz donde se formó una alternativa con un profundo sentimiento de renovación y un descontento radical susceptible de transformar esa desorientada civilización. Es por ello, que para Roszak (1968) no era exagerado nombrar “contracultura” a eso que emergió en el mundo de los jóvenes de aquella época.
En ese momento, la juventud ya no era considerada como un conglomerado interclasista, sino como una nueva categoría social portadora de una misión emancipadora, incluso como “una nueva clase revolucionaria”.
La matriz idealista de este paradigma desembocó en la alternativa fantasmagórica de una “revolución de las conciencias” susceptible de derrumbar el “mito del conocimiento objetivo”, fundamento de toda alienación. Su matriz más práctica se orientó hacia el movimiento de las comunas, la ocupación de casas y la revolución de las drogas, el sexo y el rock & roll.
Posteriormente, en 1985, la UNESCO declaró el Año Internacional de la Juventud: era un signo que las cosas no acababan de ir bien en el mundo de los jóvenes. El incremento de la desocupación juvenil, el hundimiento de las ideologías contraculturales, el retorno a la dependencia familiar, generaban discursos que ya no incidían en la capacidad revolucionaria y constructiva de los jóvenes, sino en la incertidumbre cultural y en los problemas que encontraban en la inserción social. Nació una actitud entre cínica y desencantada, que tuvo múltiples traducciones en los imaginarios juveniles, pero que casi siempre guardaban relación con una k subcultural: Punks, Okupas, Skinheads, Makineros.
El sociólogo Michel Maffesoli habló del “tiempo de las tribus” para referirse, justamente, a la proliferación de microculturas juveniles, nacidas de la cultura de consumo o de los márgenes contraculturales que ocupaban nichos diferentes en el territorio urbano. Se trataba de una metáfora perfectamente aplicable a las culturas juveniles del siglo XX.
Partiendo de estas características y siguiendo un recorrido temporal, las Tribus Urbanas más relevantes de la modernidad fueron las siguientes:


[1] (Obiols – Obiols). Modernidad y Posmodernidad.

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